Mi padre empezó a estudiar arquitectura y, aunque no pudo terminar la carrera, siempre ha estado muy ligado a este sector. También he vivido desde niña la pasión de mi madre por el diseño. Ella es una gran amante y aficionada de la historia del arte. Todo ello ha hecho que haya vivido desde siempre muy de cerca lo que hoy en día es mi profesión.

Con espacios muy racionalistas y utilizando mucha madera, hormigón y vidrio. Cuenta con ventanales enormes donde la luz juega un papel primordial. Mi padre me ha influenciado en apreciar la manera en la que las personas habitan los espacios para diseñarlos acorde a ello. En interiorismo es fundamental pensar en quién va a utilizar ese espacio y adaptarlo, consiguiendo que sea funcional y confortable. En nuestra casa, por ejemplo, nuestras habitaciones estaban conectadas con la sala de juegos, muy bien iluminadas gracias a un lucernario. Buscaba siempre crear estancias que nos hicieran sentir cómodos.

Viajar y conocer diversos lugares y culturas me ha ayudado a conocer gente diferente y a ser una persona independiente y resolutiva, tanto en lo personal como en lo profesional. De todos los sitios que he conocido, Japón es el país que mayor influencia ha ejercido sobre mis trabajos. Admiro su manera de vivir los espacios y de pensar en el propio movimiento de las personas que los van a habitar. El uso de elementos que los hacen estéticos y funcionales, como los separadores móviles, que adaptan la dimensión e iluminación del espacio a las necesidades. En cuanto a materiales, tienden mucho a los naturales, más sostenibles. Me fascina su arquitectura, especialmente la de maestros como Tadao Andō, y su manera de trabajar el hormigón, así como su forma de jugar con las luces y las sombras.