Casa de los nueve pórticos

Los propietarios adquieren una estrecha parcela cuyas proporciones y memoria agrícola sugieren generar un espacio por repetición de pórticos equidistantes

El primer patio de recibo matiza las relaciones con la calle, seguido por tres crujías que albergan la vivienda y una más que actúa a modo de porche del patio al sur, compuesto por otras dos crujías. Un último volumen remata el solar como un pabellón donde pintar y disfrutar con amigos. La construcción metálica de esta estructura y el color almagra ritman el espacio y configuran una referencia continua. Los ventiladores de cada crujía y una chimenea de ventilación natural situada en el lateral de la crujía intermedia garantizan la brisa cruzada.

El pórtico tipo retranquea los apoyos respecto a las medianeras para evitar conflictos con las casas vecinas de muros de carga, y el espacio intersticial se ocupa con equipamiento, espacios técnicos y almacenaje. La casa se muestra a la calle como una construcción masiva y blanca, remedo de las primeras construcciones de Castilleja que han ido perdiéndose. Elementos como el muro calado o el postigo de la puerta establecen una conexión con la arquitectura popular que facilita el encuentro entre lo privado y lo público y ayuda a construir la calle.